Don Juan:
Empezó como una apuesta, siguió como un debaneo, engendró luego un deseo y hoy, me quema el corazón.
Brígida (sirvienta doña Inés en el convento):
Os estoy oyendo y me haceís perder el tino. Yo, os creía un libertino, sin alma y sin corazón.
Don Juan:
¿Eso extrañas? ¿No está claro que en un objeto tan noble hay que interesarse el doble que en otros?
Brígida:
La ha fascinado vuestra repentina entrada y el pavor la ha trastornado.
Don Juan:
Mejor, así nos ha ahorrado la mitad de la jornada.